jueves, 20 de diciembre de 2012

Ego de Cristiano Ronaldo.

Hoy quisiera hacer un texto sencillo para definir una personalidad compleja, para comprender a un niño que en esencia jamás dejó de serlo y desde pequeño creció imponiéndose retos y metas para salir del brocal del pozo en el que se sentía atrapado. Aquel pequeño aprendió a hacer, decir o actuar de una forma en la cual la atención siempre estuvo sobre él, ya fuera positiva o negativamente. En mitad de aquella lucha se movió entre sentirse superior e inferior constantemente, comparándose incesantemente con sus iguales desde el altivo ego que modeló la coraza que esconde su débil y verdadero yo interior.
Este joven que luchó por ser el mejor en una actividad deportiva para la que había nacido con un don natural, huyó encomiablemente de la escasez y encontró la salvación en la copa de un eucalipto, desde la que su inmenso ego llegó a contemplar el mundo creyéndose el centro del universo. Y en el citado centro universal, la pesada cortina de su ego se fortalece entre la queja y la reactividad, pues la ilusión del ego necesita del conflicto porque su identidad separada se consolida al luchar individualmente por seguir siendo el centro de todo y demostrar que esto soy «yo» y no aquel otro «yo» que venden los demás.
Cristiano el futbolista, el niño que porta en su interior genera en todos nosotros una profunda admiración, en cambio Ronaldo el producto nos genera rechazo, su avinagrada personalidad de genio nos impide disfrutar al completo de su excelsa calidad. La calidad de un genio al que Mou ha exprimido y sacado lo mejor a nivel profesional, alimentando un ego que le sirvió para convertirse en el mejor, pero al que su rigidez e inflexibilidad le imposibilitó la apertura y el aprendizaje hacia la alegría, la cercanía y el crecimiento personal.
Y en esta historia de saudades sin nombre, de sauces y eucaliptos impregnados de melancolía solo existe un camino para pisar la tierra y volver a contemplar el mundo con los pies desnudos, alegría plena y una pelota de trapo por montera: aprendiendo a manejar, construir y transformar el ego. Pues en Cristiano siempre identifiqué al niño y en Ronaldo al producto, cuyo lema preferido no es otro que el “Ego, luego existo”

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